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Un estudio analiza la noción de espectáculo desde la figura de Antígona | UC3M

La distancia espectacular o distancia frente a la representación se ha visto prácticamente suprimida con los modelos de enunciación y recepción mediáticos dominantes que implican formas de pseudointimidad con el medio. El espacio digital ha reducido radicalmente esa distancia espectacular mediante estrategias retóricas que recurren a conceptos como horizontalidad, empoderamiento, co-creación o democratización. Frente a esto, la autora subraya la importancia de profundizar en las implicaciones de un entorno mediático “cuya narrativa se adhiere a una supuesta forma anti-espectacular”. 

“Una sociedad sin espectáculo está abocada al totalitarismo. Toda la retórica de lo ‘inmersivo’ se orienta a apuntalar esa pérdida de distancia espectacular con el relato […] Sin esa distancia, la propia noción de lo político, del conocimiento y de la libertad periclitan. No hay crítica posible, ni libertad posible sin distancia frente a la representación”, apunta Pilar Carrera.

La “ideología de la transparencia” y el simulacro de empoderamiento en el entorno digital han consumado el acortamiento entre la escena y el público, “devorando directamente la grada y haciéndola, supuestamente, subir a escena”. En contraposición, el artículo señala a los místicos como los teóricos más radicales del espectáculo, con un discurso “en el que el yo se convierte en dispositivo espectacular, no en mercancía que alimenta un discurso reificado y tecnocrático. El yo místico refunda el sujeto como espacio político y la intimidad como espacio transicional en el que discurso y acción vuelven a encontrarse”, explica la autora. 

Como ejemplo de la lógica espectacular, la autora cita la tragedia de Sófocles, Antígona, por la forma de habitar el lenguaje que esta representa y como reflexión sobre una noción más amplia y política de espectáculo. 

Muchos análisis de la obra la han interpretado como la lucha de una Antígona representante de la lógica privada contra el poder político: “el choque de la conciencia privada y el bienestar público”, en palabras de George Steiner. Es decir, la interpretación generalizada es la de Antígona como sujeto pasional privado, en línea con un cliché generalizado de la feminidad, y Creonte simbolizando la frialdad del poder. Sin embargo, la propuesta de Carrera se opone a esta interpretación y sostiene que “Creonte no considera en absoluto que la lógica de Antígona sea la de lo privado y sentimental, como se ha interpretado sistemáticamente; la considera plenamente enmarcada en la dimensión de lo público”. Además, añade: “Antígona es la resistencia, sí, pero no la resistencia del individuo privado frente al poder. Antígona es lo político, acto eminentemente discursivo, de resistencia, defensa y ataque discursivos, frente a Creonte, en quien lo político se ha anquilosado, reducido a su expresión más primaria, defensiva, y sólo puede mantener su posición recurriendo a la violencia física y a la represión (…) Creonte representa lo político como parapeto que le preserva de ser destruido por sus errores, sus fracasos y sus mentiras a los ciudadanos. Ciertamente, quien ha convertido lo político en un asunto casero y personal es Creonte, no Antígona”.

En este sentido, se reivindica a Antígona como figura de la resistencia: “Antígona es una batalla campal que se juega en el escenario del lenguaje hasta la que la soberbia e impotencia de Creonte frente al verbo de Antígona rompen la baraja y ponen fin a lo dialógico. Si Antígona fuese simplemente la hembra abocada a una lucha sacrificial contra el patriarcado no habría perdurado ni seguiría fascinando su figura ni su dicción […] Lo que es trágico en la tragedia es el lenguaje, no el destino de unos personajes que no deben identificarse con personas en el sentido habitual. Siempre es la tragedia del lenguaje, escenificada en un punto en que no hay posibilidad de enjuiciamiento ni de empatía”, explica Carrera. 

El ensayo explora también la dialéctica Antígona-Edipo y lanza la siguiente hipótesis: Allí donde sistemáticamente se lee Polinices, quizás habría que leer Edipo, hermano también, no lo olvidemos, de Antígona.

Referencia bibliográfica:

Carrera, P. (2023). Antígona o la razón espectacular. Signa: Revista de la Asociación Española de Semiótica, 32, 289-308.

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